El pasado gobierno interino de Añez enfrentó una ola de críticas provenientes de todo lado del espectro político; algunas justificadas, otras no tanto. Un ejemplo destacable de lo segundo se dio con el anuncio de la presidenta Añez informando sobre el “cierre” del Ministerio de Culturas (en realidad no fue un cierre, sino que pasó a ser parte del Ministerio de Educación). Ante esta medida necesaria de ajuste de presupuesto, algunos miembros del sector artístico y todos los opositores no dudaron en saltar con críticas; el primer grupo porque este hecho supuestamente les afectaba como gremio y el segundo porque simplemente no podían desperdiciar una oportunidad para recurrir a frases populistas preelectorales como “la cultura es el corazón del pueblo” (lo cual es cierto, pero no necesariamente ligado a la existencia de un ministerio). 

Resulta necesario enfrentar estas dos corrientes de críticas con argumentos sólidos y fáciles de comprobar. A los artistas, habría que recordarles que el Ministerio de Culturas era uno de los Ministerios más ineficientes y corruptos de la anterior gestión, que fue el Ministerio de Planificación y Desarrollo el que en realidad lideró uno de los programas más interesantes de fomento al arte y la cultura (el Programa de Intervenciones Urbanas), y que en efecto el Ministerio de Culturas hizo muy poco por ellos, más que incentivarlos a presentar obras con tintes políticos muy marcados para poder ser considerados para los Premios Abaroa. La eliminación de este ministerio por un gobierno de transición en una época de crisis no tiene efecto alguno sobre el futuro de la cultura en el país, por lo cual exclamar que la cultura de Bolivia se encuentra en estado de emergencia es una exageración de tal magnitud que sólo puede estar respaldada por el fanatismo político, no la racionalidad. 

A la oposición no artística, simplemente habría que recordarles que cuando uno está en el poder debe tomar decisiones difíciles, aunque ello le signifique perder algunos votos. ¿Alguien realmente cree que fue fácil para la presidente decidir realizar una acción tan poco popular en época de elecciones? Sin duda no lo fue, pero era la decisión correcta en tiempos de crisis. Probablemente ella confiaba en que la gente con criterio y conocimiento sobre economía pueda ver más allá de un simple slogan populista. 

Sin duda el arte y la cultura son importantes. Demostraron serlo aún más en la época de cuarentena. Y mucha gente interpreta el cierre de este ministerio como un castigo injusto o como una clara falta de apreciación hacia este sector. Pero lamentablemente alguna gente no parece apreciar que este ministerio no sólo no cumplía ninguna función valiosa, sino que la existencia de un ministerio en general no es ni una recompensa ni un reconocimiento hacia el esfuerzo de un gremio. Es más, en nuestro país en vías de desarrollo, el exceso de ministerios es simplemente una carga presupuestaria y burocrática que no necesitamos, al igual que un canal de televisión nacional, un exceso de embajadas y ni qué decir museos megalómanos y casas del pueblo. No obstante, en nuestro país sigue acechando el fantasma del paternalismo estatal sin darnos cuenta de que el Estado, por medio de un exceso de leyes y burocracia, pone trabas a la esencia de todo artista y emprendedor: la libertad. 

La Economía Naranja o Economía Creativa es un concepto que ha ganado fuerza en las últimas décadas porque resalta la importancia que tiene el sector cultural y turístico, así como de las nuevas tecnologías, en la generación de empleo, riqueza y valor a partir de un recurso que cuesta muy poco: la innovación. Y ninguno de los autores líderes de este tema dice que es necesario contar con un aparato estatal grande y centralizado para poder canalizarlo. Es más, el primer proponente de la Economía Creativa, John Howkins, hace hincapié en la necesidad de poder desenvolverse en un ecosistema de libertad para poder emprender y fracasar varias veces. Si algo es necesario, es un entorno de seguridad lo suficientemente fuerte como para poder ofrecer a los artistas una protección a la propiedad intelectual que les permita crecer de sus ideas. Y esto es algo que beneficia no sólo al sector cultural sino a los emprendedores en general, para lo cual simplemente no se necesita un Ministerio de Culturas, sino un nivel de institucionalidad robusto, lo cual debería ser la prioridad de cualquier gobierno en cualquier momento. 

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